¿Es la vialidad un término adecuado para atender a la movilidad urbana?

El Diccionario de la RAE tiene dos entradas para el término ‘vialidad’. La primera la define como la cualidad de vial, o sea de aquello relativo a la vía. La segunda acepción de ‘vialidad’ es la de conjunto de servicios pertenecientes a las vías públicas, es decir, la provisión de sus características más esperadas y evidentes, como la circulación y la estancia, pero también de los servicios urbanos (electricidad, telecomunicaciones, ciclo del agua, residuos urbanos, etc.) y de todo lo relativo a las relaciones sociales.

En la práctica, se trata de un concepto empleado muy especialmente en el ámbito de las carreteras, concibiéndose como el conjunto de operaciones que se apoyan en técnicas y medios específicos para proporcionar unas condiciones óptimas para la circulación automovilística. En concreto, ante una situación de inclemencias meteorológicas, las operaciones se intensifican para paliar los efectos negativos que estas pudieran producir a la circulación y seguridad de los vehículos. Este es el caso de los operativos de “vialidad invernal”, centrados en el hielo y la nieve.

Sin embargo, lo que es controvertible es que en el ámbito urbano la vialidad también sea interpretada de forma similar y el esfuerzo de estos operativos se destine casi en exclusividad a asegurar las condiciones que debe prestar la calzada. Este enfoque no deja de ser el resultado de una interpretación obsoleta y sesgada de la movilidad urbana, al centrar gran parte de la atención a las necesidades de los coches y relegando a un segundo plano las necesidades de los demás modos de desplazamientos que se dan en las vías públicas urbanas, quedando desatendidos o peor atendidos los que se realizan a pie.

En una situación como la vivida estos días, de nevadas y heladas, el operativo de vialidad puesto en marcha en las ciudades afectadas centra el mayor esfuerzo (y, por tanto, los recursos públicos) en la limpieza de las calzadas. Tiene cierta lógica que las calzadas sean prioritarias porque aseguran la recogida de basuras y el movimiento de los autobuses, las ambulancias, los bomberos, la policía, los servicios sociales y el transporte mercante. Pero una cosa es atender a la movilidad vehicular de la ciudad de modo prioritario y otra cosa es que las aceras caigan en el olvido.

La movilidad peatonal debe ser también atendida y no dejarla al esfuerzo individual de los vecinos. Un esfuerzo que queda remarcado en ordenanzas municipales de limpieza, donde se apela a la colaboración ciudadana para mejorar las condiciones de las aceras y los accesos. Lejos de poner en duda la necesaria colaboración ciudadana para la resolución de tales vicisitudes, lo que no es de recibo es que la administración deje de lado a las aceras, lo que obliga en muchísimos casos a los viandantes a circular por la calzada, despejada y limpia, lo cual podría entenderse que es lógico al amparo del artículo 121 del reglamento general de circulación.

Así, la movilidad cotidiana se ve afectada especialmente para los peatones. Cruzar una calle, acceder al servicio de transporte público, ir al trabajo, al colegio o a hacer la compra, pueden resultar tareas peligrosas y difíciles de realizar. Paradójicamente, en una situación meteorológica de este tipo, ir a pie sigue siendo la opción que se ve más segura o que se siente con menos miedo en comparación con ir en automóvil, a pesar de lo escasamente atendidas que quedan las aceras.  

Atenderlas de forma adecuada pasa necesariamente por un cambio cultural, una nueva cultura de la movilidad urbana que se centre en las personas y no en las máquinas, reorientando las prioridades ante situaciones de este tipo y, en consecuencia, la puesta en marcha de recursos y responsabilidades, apoyándose en un marco jurídico que vele por la equidad.

Andando Burgos, 14 de enero de 2021

Bando de alcaldía del Ayto. de Burgos. Enero 2021.