Defensores de la peatonalidad y de la vida urbana, los miembros de Andando Burgos estamos meditando en nuestras casas sobre lo que deberíamos hacer en el futuro próximo. La situación que nos ha tocado vivir, desconocida por las actuales generaciones, nos está haciendo reflexionar sobre muchos de los temas que nos han mantenido ocupados y preocupados durante tanto tiempo. En esta etapa, aún sin terminar, ya hemos podido leer o escuchar reflexiones, incluso conclusiones (quizá precipitadas), relativas a cómo afecta la paralización de la vida cotidiana a una gran cantidad de actividades que las personas veníamos realizando.

Hay reflexiones de todo tipo y pensadas desde muchos campos del conocimiento; de la sociología, de la psicología, de la politología, de las ciencias ambientales… Algunas de estas reflexiones científicas parecen coincidir en la apreciación de la mejora de la calidad ambiental en las ciudades, de la reducción drástica de contaminantes emitidos a la atmósfera, incluso del libre comportamiento del mundo animal, que parece haber recuperado el espacio perdido. Podríamos decir, que el planeta, está respirando a costa de tal paralización de la actividad humana. Estas observaciones, parecen querer decirnos que, efectivamente, el modelo de vida en el que se sustenta la sociedad contemporánea no parece estar haciendo un favor ni al planeta, ni a la vida que en ella se genera.

       Asociado a lo anterior, situándonos en el ámbito de la movilidad urbana, esas observaciones nos llevan a una conclusión general: hoy más que nunca es necesario insistir en la reivindicación de un cambio de modelo de movilidad y en la búsqueda obstinada de una movilidad sostenible. Sin duda, satisfacer las denominadas “necesidades sociales” en el marco de un determinado modelo económico ha requerido la utilización de una gran cantidad de recursos y espacios, se ha sustentado en los desplazamientos masivos, en recorridos urbanos y suburbanos cada vez más largos, en muchos casos con excesivo carácter individual, en coche. Además, se ha generalizado el transporte de muy larga distancia, en barco y en avión. Pero todo esto genera un alto coste para la salud de las personas (enfermedades respiratorias, cardiovasculares, siniestros, etc.) y un sinfín de externalidades negativas: costes sanitarios, pérdida de productividad, desequilibrio territorial, desigualdad y discriminación social, coste económico general.

       La búsqueda de un modelo sostenible es una cuestión de sensatez, más acorde con lo que ahora nos estamos dando cuenta que son nuestras verdaderas necesidades. Sin caer en el catastrofismo ni en el romanticismo, reparando cabalmente en las necesidades socioeconómicas y en las actividades que las reportan, somos conscientes de que el cambio pretendido requerirá un gran esfuerzo.

No se puede obviar que se producirán algunos cambios sociales en relación con la prevención de epidemias como la actual, en nuestra manera de relacionarnos y también en la forma en la que trabajamos. En definitiva, cambios que comportarán modificar nuestros hábitos, entre ellos, la forma en la que nos movemos.

       Sin duda, los fines de la asociación Andando Burgos, y de tantas asociaciones amigas reunidas en Andando Coordinadora de Asociaciones Peatonales, hoy parecen cobrar más sentido que nunca.

       Algunas de las medidas adoptadas o a punto de adoptar en gran cantidad de ciudades, ponen de manifiesto la necesidad de replantear el uso del espacio público, para dar cabida a las nuevas condiciones sanitarias que habremos de cumplir, entre ellas la más relevante: el distanciamiento social.

Precisamente la forma de entender y diseñar el espacio público (entendido aquí como nuestras calles, nuestras plazas, nuestros parques) ha sido una de las reivindicaciones frecuentes de la asociación. Concepción Sánchez Blanco, en su libro «Infancias Nómadas», hace una apreciación clave: las calles, hasta ahora, están repartidas, no compartidas. Y además entendemos que ese reparto es delirante. El justo equilibrio en el reparto de la sección de la calle no sólo permitirá satisfacer una mejor movilidad, sino también las necesidades de estancia, de encuentro, de socialización. Siempre hemos insistido en ello.

       La nueva situación requiere imaginar un nuevo espacio en tanto soporte de gran cantidad de nuestras actividades. Tendremos que reaprender a convivir sobre la base de las nuevas condiciones. Tendremos que repensar y revalorizar la convivencia, a compartir un espacio público que es de todos y que no pertenece a nadie, y mucho menos, a ningún vehículo. Y será necesario discurrir sobre qué hacer con nuestro espacio para garantizar el gran número de desplazamientos que seguirán realizándose a pie en la ciudad.

En los últimos días hemos conocido las acciones que se están realizando en numerosas ciudades del mundo en este sentido. Los ayuntamientos de Montreal, Oakland, Viena, Nueva York, Londres, Bruselas, Berlín, Bogotá, etc., han comenzado a redistribuir el espacio público urbano (modificando secciones y trazados) en favor del modo universal de desplazamiento, el caminar, así como también en favor del modo ciclista. Soluciones en calzada para las bicicletas, menos tiempo de espera en semáforos para viandantes, incremento de espacio peatonal, cortes de tráfico a coches, etc., son algunas de las medidas ya implementadas o a punto de implementar mediante planes y proyectos rápidamente cavilados.

          En este camino, sin embargo, pierde protagonismo uno de los medios de desplazamiento más democráticos y accesibles para una gran mayoría: el transporte público. En efecto, los medios de transporte público se ven debilitados, precisamente por su principal característica: la capacidad de transportar a mucha gente en menos espacio. Lamentablemente, esa cualidad, se torna en una limitación muy condicionante en estos momentos. Habrá que reflexionar en cómo superar sus limitaciones, pues su necesidad social es indiscutible.

Este camino también evidencia que ningún transporte privado, especialmente el que se ha mostrado como incoherentemente más ecuménico, el coche, no puede ofrecer ningún tipo de garantía para que se pueda desplazar la población, sino solo una parte privilegiada. Más bien debe interpretarse que gracias al transporte colectivo y al andar e ir en bicicleta, el coche ha podido “moverse”. Se podría añadir, además, que en el momento en que los transportes colectivos no puedan sostener su anterior capacidad y nivel de servicio, no habrá, literalmente, espacio suficiente en nuestras ciudades (ni lo puede haber) para seguir dando cabida a un movimiento tan libre de los coches como hasta ahora. En estos días las autoridades están recomendando desplazarse en automóvil, pero esto es meramente coyuntural, no podrá durar más que unos días, y hay que deliberar sobre lo que ha de seguir después.

       Por lo tanto, queda reiterada la idea de tener que redibujar necesariamente nuestro espacio público. Y, como hemos señalado, hemos de repensarlo en tanto espacio de la movilidad de las personas y en tanto espacio de la estancia, la relación y la actividad cotidiana. Esto nos conduce a otras reivindicaciones y observaciones que Andando Burgos viene realizando, invitando a reflexionar a nuestros conciudadanos sobre la vida urbana y sobre el uso y el diseño de la calle. La calle es de todos, de las personas; son las personas las que transitan por ellas, las que charlan en una esquina con seres queridos o conocidos, las que se paran ante un escaparate para elegir producto que comprar, las que se sientan en bancos para descansar o tomar el sol, las que juegan en parques, las que se divierten, las que sufren riesgos innecesarios… en definitiva, es a las personas a las que la calle echa de menos en estos momentos.

       No es baladí, por tanto, reflexionar sobre si, por ejemplo, una plaza ha de estar dotada con bancos, fuentes y árboles o estar repleta de elementos que enajenan el espacio de todos para satisfacción de unos pocos. No es baladí, por tanto, reflexionar sobre si, por ejemplo, es importante o no que la calle esté dotada de elementos que facilitan el acceso a la misma a aquellas personas que, precisamente, en estos momentos, son más vulnerables aún (personas con discapacidad, personas mayores, niños, etc.). La calle que conocemos carece aún de las condiciones precisas para satisfacer las necesidades del conjunto social, de las personas que generan la vida en ella, moviéndose o estando.

       En otro sentido, complementario, Andando Burgos también ha manifestado en innumerables ocasiones la necesidad de un urbanismo de proximidad, de crear ciudad a escala humana: aquella que permita satisfacer un gran número de actividades diarias realizando desplazamientos cortos y reforzando las relaciones sociales de vecinos y comercios cercanos. Como vemos en estos días tan especiales, precisamente son muchos los comercios de barrio que alzan la voz, orgullosos, sin duda, por estar cubriendo las necesidades de alimentación y otros productos a un buen número de ciudadanos de su entorno.

       En esta situación parece necesario repensar también demandas vecinales tradicionales relativas a disponer de más estacionamiento en la calle. En muchos barrios, ahora parece “sobrar” espacio para estacionamiento de coches. Entonces, quizás no sea tan necesario abordar la oferta de espacio para tal fin, sino repensar cómo afecta una cantidad determinada de movimientos en coche, procedentes de otros puntos de la ciudad, vistos ahora, como innecesarios en cierto modo.

En definitiva, parece necesario abordar de otro modo la gestión de la movilidad, planificar el uso del espacio público pensando en el interés general. Advertir que son las personas, y no los vehículos o las infraestructuras, el sujeto objetivo que merece toda la atención a la hora de diseñar y configurar nuestra ciudad. Sí, las personas, para mejorar el medio ambiente urbano, la calidad urbana y dar sentido a la calidad de vida tan buscada en la ciudad.

Andando Burgos, junto a otras asociaciones amigas y en plena armonía con Andando Coordinadora de Asociaciones Peatonales, planteamos y seguiremos planteando medidas encaminadas a mejorar la vida de las personas en las ciudades. Parece, hoy más que nunca, razonable e incluso imprescindible.

Invitamos, por tanto, a que nuestras ciudades, y en concreto, la ciudad de Burgos, tome medidas en este sentido, se sume a las iniciativas de otras ciudades y recapacite sobre las reivindicaciones que en materia de movilidad y de tratamiento del espacio público venimos realizando la asociación Andando Burgos desde su nacimiento.

ASOCIACIÓN ANDANDO BURGOS

Referencias a las Acciones realizadas en las ciudades de:

Ciudad de Oakland

Ciudad de Viena

Ciudad de Montreal

The guardian