“Y luego dicen que los atropellan”, es una de las expresiones habituales a las que algunos ciudadanos recurren cuando ven a alguien cruzar una calle en la forma que no es “la establecida”, especialmente si se ha producido un atropello en algún momento reciente.

“Y luego dicen que los atropellan” es un credo asociado a un sentimiento interiorizado de especial responsabilidad en el momento de cruzar una calle, frente al de un conductor de un vehículo veinte veces más grande, fuerte y pesado.

“Y luego dicen que los atropellan” es una afirmación que sostienen aquellas personas que, en algún momento de su vida, probablemente cercano al hecho que critican, han cruzado por donde “no debían” y que se exponen al peligro muchas más veces de las que se piensan, a lo largo de sus vidas, y por muchos motivos: porque son personas con problemas de movilidad, porque son personas que no comprenden el entorno en el que se desenvuelven tal y como se piensa de manera general, que ha de ser entendido. Porque son personas que eluden dar rodeos innecesarios hasta el paso alejado y poco útil por donde “se ha de pasar” para poder llegar a un punto cercano de enfrente. Porque son personas que pulsan un botón para poder cruzar y tarda mucho más tiempo en poder cruzar que si no lo pulsan. Porque son personas que pueden portar bultos, carros, sillas de ruedas y lo hacen a una velocidad fuera “de los límites temporales establecidos” que impone un semáforo, no pensado para ellas. Porque son personas que pueden tener hijos o nietos que, en el ejercicio inocente de la libertad que regala la niñez, cruzan por donde “no deben” o inesperadamente, al no ser capaces de discernir entre lo que está bien y lo que está mal, según han establecido sus congéneres adultos. Porque son personas a las que la vejez ha llamado a sus puertas y su capacidad de reacción está claramente mermada. O porque hay personas que, por muchísimos motivos, pueden sufrir un despiste en un segundo, algo que ya no es visto como una envidiable cualidad.

“Y luego dicen que los atropellan” es una afirmación que esgrimen aquellas personas que probablemente desconozcan que las calles se diseñan con criterios de privilegio para facilitar la circulación de los vehículos, lo que impone a sus conductores una enorme responsabilidad y la exigencia de cautela, tanto a ellos como a quienes critican.

“Y luego dicen que los atropellan” es una afirmación que esgrimen aquellas personas que probablemente desconozcan que las calles se diseñan con criterios de privilegio para facilitar la circulación de los vehículos, lo que impone a sus conductores una enorme responsabilidad y la exigencia de cautela, tanto a ellos como a quienes critican.

“Y luego dicen que los atropellan” incluso tal vez lo dice quien, en un momento determinado, puede cruzar por donde “se debe” y ser atropellado. Y puede ser atropellado porque el criterio con el que se diseñó el cruce peatonal “por donde se debe pasar”, elude la vulnerabilidad del viandante y las condiciones modernas de seguridad vial. Y puede ser atropellado en esos lugares por donde “debe” pasar porque, según la estadística oficial, la mayor parte de los atropellos se producen precisamente en los pasos peatonales, o sea, por donde se dice que el peatón “debe” pasar.

“Y luego dicen que los atropellan”, es una aseveración tradicionalmente reforzada por unas recomendaciones poco acertadas que no hacen sino empoderar al agente más peligroso en la movilidad urbana (por su potencialidad de generar daño), que es el coche. Una cosa es llamar a la prudencia y otra es insinuar que el peatón es el responsable.

“Y luego dicen que los atropellan” es la forma en la que se argumenta que las víctimas pasen a mostrarse como culpables. Una culpabilidad muy discutible que, en todo caso y a lo sumo, sería una responsabilidad compartida.

Claro que aquellos a los que se alude han de ser responsables. Pero también han de ser responsables aquellos que tienen capacidad de gestionar y diseñar nuestras calles y la movilidad que se da en ellas. Han de ser responsables minimizando la fricción entre usuarios, apostando por técnicas de convivencia y respeto. Han de ser responsables aquellos que tienen la obligación de materializar una movilidad urbana sostenible. Todos hemos de ser responsables, pero no culpemos a los más vulnerables. Es injusto y sobre todo no ayuda a la mejora de la seguridad vial.